“Michel Racine es presidente de un temido tribunal de lo penal. Racine, tan duro consigo mismo como con los demás, es apodado el presidente de las dos cifras. Con él, siempre caen más de diez años. Todo cambia el día en que Racine se topa con Ditte Lorensen-Coteret. Ella es miembro del jurado popular. Seis años antes, Racine estuvo enamorado de esta mujer, prácticamente en secreto. Es quizá la única mujer a la que jamás haya amado”. Esta es la sinopsis de El juez, una cinta del director Christian Vincent con la que el jueves 12 de enero celebramos en el Ilustre Colegio de Abogados de Santa Cruz de Tenerife la quincuagésima sesión del Aula de Cine Jurídico.
Puede que este resumen nos haga creer que vamos a ver la típica historia protagonizada por un hombre rígido, algo misántropo, que todos temen, odian y ridiculizan a la vez pero que acabará entregándonos su corazoncito; una comedia romántica, de domingo bobo, pero lo cierto es que es mucho más: es la mezcla de dos géneros a priori tan contrapuestos como la comedia romántica y el cine judicial, resuelta con elegancia y la magistral escritura de Vincent que nos permite ir más allá y, al margen de la historia, cuestionarnos temas tan candentes como los jurados populares y, especialmente, el uso del velo islámico en los tribunales de justicia.
De la misma manera que Christian Vincent aúna en el filme el romance con el género judicial, José Santiago Yanes Pérez y Manuel García de Mesa, coordinadores del Aula de Cine Jurídico de este Ilustre Colegio, acercan con cada sesión, de muy acertada manera, dos mundos tan distintos como el cine y el Derecho y convierten el salón de actos de la sede colegial en una sala de cine y un lugar de encuentro y debate para los colegiados. Clásicos inolvidables, películas “de abogados”, muchas cintas independientes fuera de los circuitos comerciales… El Aula de Cine, en estas 50 sesiones, nos ha descubierto las posibilidades del cine como vehículo para la enseñanza y el aprendizaje del Derecho, para la formación continua y para el acercamiento a otros sistemas jurídicos y su comprensión más profunda.
Hay muchas reticencias a considerar el cine jurídico como un género en sí mismo y no podemos ser nosotros en este post quienes solucionemos esta cuestión. Lo que es innegable es que el Derecho, como parte de la vida, se ha visto reflejado en multitud de filmes y que, si podemos hablar de películas “de amor”, “de terror”, “de ciencia ficción”, también podríamos hacer lo propio con las películas “de juicios”. El ejemplo obvio del cine jurídico sería el de la película estadounidense que narra el proceso seguido por causa penal, sobre todo por asesinato, en el que la acusación solicita casi siempre la pena de muerte, pero como nos ha quedado claro después de estas 50 sesiones, no son pocas las cintas que pueden servir de pretexto para profundizar en el mundo de la justicia. Sin ir más lejos, en un clásico en principio poco jurídico, Gilda (Charles Vidor, 1946), tras narrar la turbulenta vida de los protagonistas, cuando ya el policía argentino se enfrenta al galán, Johnny Farell (Glen Ford), y le reprueba su actitud, le espeta: “Tengo la ley de mi parte. Es una sensación muy cómoda; le aconsejo que la pruebe alguna vez”. El Derecho, ausente hasta el momento, se cuela en la trama y se convierte en la moraleja.
Y aunque el Procesal y el Penal son dos de los argumentos principales de este tipo de cine, el Civil, con historias como la de Erin Brockovich, el Derecho de familia en Kramer contra Kramer, el Constitucional de Missing o incluso el Derecho laboral de Raining Stones, nos garantizan que esta es una temática que tardará en agotarse. Lo mismo deseamos que pase con las sesiones del Aula de Cine Jurídico.
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