La profesión de abogado, a priori, no aparenta tener mayores riesgos laborales añadidos que los que pueden encontrarse en la vida de un ciudadano común. Normalmente asociamos las enfermedades laborales y los accidentes de trabajo a actividades profesionales relacionadas con el esfuerzo físico; pero lo cierto es que el ejercicio de la abogacía entraña un riesgo psicosocial importante, entendido éste como el generado por el estrés y la violencia laboral.
El abogado puede verse sometido a riesgos psicosociales generados tanto por la organización para la que trabaja como por el propio ámbito laboral en el que se mueve. Indudablemente, también existe un componente personal, sobre todo si el abogado es su propio empleador y aquí es donde entran factores añadidos tales como la organización y la gestión del tiempo, la carga de trabajo, etc.
Sin embargo sería importante empezar a desterrar la idea de que el estrés es algo personal. Es cierto que hay personas con cierta tendencia a padecer sus efectos o, incluso, a crear situaciones estresantes, pero el medio también influye y tiene gran responsabilidad sobre las consecuencias negativas de nuestro trabajo.
Algunos factores de riesgo psicosocial pueden ser modificados, en aras de conseguir una mejor calidad de vida y, a la larga, evitar que nuestro trabajo se vuelva insufrible. Por ejemplo, la captación de clientes. Habrá quien piense que el mercado es el que es, pero los clientes también se pueden elegir, siempre que se enfoque la captación hacia aquellos clientes que interesan. En palabras más sencillas, elegir con quién queremos trabajar, situarnos donde deseamos y donde más cómodos estemos.
Establecer un control sobre la gestión del tiempo es otro elemento fundamental para reducir el estrés al que nos vemos sometidos: debemos aprender a controlar las cargas de trabajo, decir no a aquellos que no podemos llevar a cabo o que no podremos asumir sin pagar un alto precio en tiempo y salud. En ocasiones no hacer un trabajo es mejor que hacerlo mal o con un esfuerzo desproporcionado.
Y por último, no debemos olvidar nuestro ambiente de trabajo. En los juzgados poco podremos hacer, pero en el despacho intentaremos estar lo más cómodos posible, aislar el lugar de trabajo de ruidos y de cualquier elemento perturbador y dotarlo de una luz adecuada y una temperatura controlada.
Ante otros factores resulta más complicado tomar medidas. La agresividad de algunos abogados, su forma de trabajar, sus planteamientos, jueces difíciles, juzgados con temperaturas extremas, salas de espera atestadas e incómodas, ruido excesivo… sólo nos queda adaptarnos y aprender a llevar la situación con la mayor templanza posible.
Lo que está claro es que los niveles altos de estrés pueden tener consecuencias muy dañinas en un profesional y pueden tener repercusiones tanto a nivel profesional (pérdida de concentración, incremento de los errores cometidos, pérdida de eficacia, etc.) como a nivel personal (ansiedad, insomnio, enfermedades cardiovasculares, resentimiento de las relaciones personales…).
Las soluciones no son sencillas, pero es importante que nos pongamos manos a la obra, pues de la reducción del estrés cotidiano puede depender todo nuestro futuro.
Imagen: 123rf
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Muy buen post, sobre todo porque lo que comparten es fundamental e interesante
Saludos
Nicolás
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Efectivamente, el estrés es un factor dentro de la actividad del abogado, principalmente del litigante, pues nunca sabe a que atenerse. Los procesos cada día son menos efectivos y se tornan mas complicados por la infinidad de leyes y ordenamiento nuevos.