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por qué elegir la mediación

¿Por qué elegir la mediación?

La propia definición de la palabra “mediación” podría ponernos en el camino para responder a la pregunta que planteamos en el título de este post. El verbo “mediar”, entre otras acepciones, nos lanza la siguiente: “interponerse entre dos o más que riñen o contienden, procurando reconciliarlos y unirlos en amistad”. Así, podríamos ver la mediación como una forma de resolver conflictos en el contexto de relaciones que van a continuar en el futuro, como pueden ser aquellas entre familiares o socios. La mediación puede preservar una relación de trabajo o terminar una relación de manera amigable mejor que un procedimiento enfocado únicamente a ganar o perder.

La mediación se ha revelado como un instrumento adecuado de resolución de conflictos que aporta indudables ventajas no sólo para los ciudadanos afectados, sino también para el propio sistema judicial, en ocasiones colapsado por la infinita casuística de conflictos. Entre los principales beneficios de este proceso alternativo se encuentran la rapidez, el ahorro de costes, la flexibilidad o el ahorro de deterioro personal, además de la reducción de carga de trabajo de la Administración de Justicia, con el consiguiente ahorro de costes que siempre genera un proceso judicial.

Para que la mediación funcione adecuadamente se han de respetar una serie de características básicas:

  1. Voluntariedad: las partes han de aceptar acudir al proceso y también elegir o aceptar libremente al mediador.
  2. Libre decisión: son las partes quienes han de alcanzar el acuerdo por sí mismas, de forma libre y sin imposiciones ni de la otra parte ni de terceros.
  3. Imparcialidad: una característica atribuible al mediador, que no podrá posicionarse a favor de ninguna de las partes. Si observara que alguno de los acuerdos perjudica a una de ellas deberá interrumpir el proceso
  4. Neutralidad: el mediador no dirige acuerdos adaptados a su propia escala de valores.
  5. Confidencialidad: tanto las partes como el mediador se comprometen a mantener en secreto lo que traten en las sesiones.
  6. Carácter personalísimo: las partes han de personarse en el proceso, no pueden designar a un tercero que las represente.
  7. Defensa del interés de los menores: tanto el mediador como las partes deberán velar por el interés de los menores si los hubiera y garantizar que ninguno de los acuerdos resultará perjudicial para ellos.
  8. Profesionalización: el mediador deberá tener formación adecuada y específica en el ámbito de la mediación.

Como ya hemos dicho, una de las principales ventajas de la mediación es que permite preservar una relación de trabajo o familiar. Pero no es la única:

  1. Reduce el coste emocional, temporal y económico del conflicto: es un proceso menos costoso que un litigio y generalmente provee una manera rápida de resolución frente a los meses o incluso años que puede alargarse un juicio
  2. Ofrece resultados mutuamente satisfactorios: generalmente las partes se mostrarán más conformes con las soluciones a las que han llegado de mutuo acuerdo que con las impuestas por un tercero que decide.
  3. Alta obediencia y durabilidad del acuerdo: las personas que han hallado su propia solución suelen cumplir los acuerdos en mayor medida que aquellos a los que les ha sido impuesta.
  4. No cierra la posibilidad de acudir a otras vías: En caso de no llegar a acuerdo, no se cierra otra vía de resolución de conflictos (arbitraje, procedimiento judicial…

Las partes, en un proceso de mediación, consiguen soluciones personalizadas adecuadas a sus necesidades y se encuentran en una posición de igualdad, lo cual parece la mejor manera de enfrentar la resolución de un conflicto.

Foto: Pixabay

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Formación ICATF

La importancia de la formación continua del abogado

El modelo del ejercicio profesional de la abogacía ha cambiado vertiginosamente en los últimos veinte años, eso es algo incuestionable. Así, la formación continua del abogado se ha convertido en una verdadera necesidad no sólo para los abogados noveles, necesitados de un complemento formativo que les permita adquirir habilidades necesarias para su completo desarrollo profesional, sino también para los más experimentados, a quienes tampoco viene mal una actualización de sus conocimientos para mantenerse en liza en un sector cada vez más competitivo y en permanente transformación.

 

La formación continua en la abogacía ha de basarse en el vertiginoso proceso de creación y modificación legislativa que vivimos, como en la necesidad que tienen los letrados de adquirir y desarrollar unas capacidades de gestión empresarial y personal que tal vez hace unas décadas no resultaban tan primordiales para el ejercicio de la profesión o la gestión de un despacho, como aquellas vinculadas a la inteligencia emocional.

 

Además, el salto en innovación tecnológica que a muchos parece haber cogido a contramano —y se resisten a asumir—, nos obliga a un permanente reciclaje de nuestros conocimientos tanto en el área legal como en la comercial. Por si esto fuera poco, nos encontramos también con la demanda formativa del mercado internacional, fruto de un mundo ya definitivamente globalizado, que incluye tanto el aprendizaje de otros idiomas y su correspondiente especialización en lenguaje jurídico como los aspectos culturales de países con formación y tradición distintas a las nuestras.

 

El principio de la formación continua debe arrancar de un sentido vocacional de la profesión, y, sin duda, influirá notablemente en la manera de ejercerla. No se trata de una simple colección de conocimientos y certificados, más bien de que una serie de habilidades nos proporcionen las competencias necesarias para desarrollar nuestra labor de la mejor forma posible.

 

Por lo demás, lo formación no debe estar circunscrita a una acumulación de conocimiento normativo o jurisprudencial aderezada con el dominio de las herramientas tecnológicas al uso. Formación sería también, en un sentido más amplio del término, la aprehensión de otras capacidades (tal que la oratoria) o saberes (la historia siempre serán un gran punto de partida) más cercanos de los que nos pueda parecer para armar una argumentación sin riesgo de repetirnos, de mal copiar o de caer en la nadería.

Abogados en riesgo

Abogado: profesión (también) de riesgo

La constitución el mes pasado del Observatorio Internacional de Abogados en Riesgo (OIAD) ha traído al escenario público la situación de vulnerabilidad en el ejercicio profesional de cientos de letrados de todo el mundo, especialmente en aquellos países donde el respeto a la ley y a los derechos humanos es frecuentemente allanado. Así, el objetivo primero del OIAD será hacer un control continuo y global de nuestra profesión, además de prestar asistencia en los casos en los que peligre la integridad física o laboral de los colegas que se vean amenazados.

En la iniciativa ha tenido un protagonismo decisivo el Consejo General de la Abogacía Española. Junto a organizaciones homólogas de Francia e Italia, la recién nacida institución ya ha tenido un protagonismo especial en el último Congreso Mundial contra la Pena de Muerte y en el seguimiento de algunas audiencias celebradas en Turquía contra medio centenar de abogados encausados tras el fallido intento de golpe de estado de julio, resuelto con miles de detenciones con preocupantes indicios de arbitrariedad.

El objetivo del OIAD es mantener un seguimiento permanente de la actuación de los abogados en países con conflictos armados, o derechos limitados, para proporcionarles asistencia cuando se encuentren en una situación donde la vida, las libertades personales o el ejercicio de la profesión se vean especialmente en riesgo. A la vista de la cantidad de escenarios en los que pueden inscribirse estas amenazas, es de temer que al recién nacido OIAD no le van a faltar ocasiones para hacerse notar.

Por más paradójico que pueda parecer, la mejora de los índices de desarrollo en todo el planeta —o la consolidación de la democracia en un número de estados mayor respecto a tres o cuatro décadas atrás— no ha venido de la mano de una mejoría en la misma proporción del simple respeto a la ley o al conjunto de derechos básicos de personas y grupos aceptados por la comunidad internacional tras el nuevo orden surgido con el final de la II Guerra Mundial y el nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas.

No puede sorprender, entonces, que sea obligado para los países donde el edificio legislativo tiene los cimientos más resistentes promover herramientas que sitúen en el foco de la opinión pública la lesión de derechos. O a la ‘simple’ agresión al derecho, que no sería poco, en cualquier caso. El precedente más conocido de Reporteros Sin Fronteras como defensora de un periodismo sin trabas de regímenes dictatoriales, organizaciones criminales o grupos de presión con intereses oscuros puede ser una referencia muy útil para nuestro gremio que, también y a nuestro pesar, pasa por ser trabajo peligroso en más sitios de los que podríamos imaginar.

 

Foto: Pixabay

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La Quinta Bella Vista

La Quinta Bella Vista

El próximo viernes 23 de Septiembre a las 19 horas, nos acompañará en el Salón de Actos del Colegio de Abogados de Santa Cruz de Tenerife la escritora Pilar Torres Navarro, para presentarnos su primera novela, La Quinta Bella Vista.

 

La novela transcurre en dos escenarios y dos épocas temporales diferentes. El escenario principal es Portugal, donde la trama se debate entre el presente y la dictadura de Marcelo Caetano, que tuvo lugar entre 1968 y 1974, derrotado en la llamada “Revolución de los claveles”, que coincidió con el fin de las guerras coloniales para ese país.

 

El otro marco de la historia contiene unas referencias atractivas para los abogados de Santa Cruz de Tenerife. Tenerife, la actualidad. Un personaje principal, Lucía, una abogada tinerfeña que ejerce la profesión en nuestros tribunales, integrada en un macro despacho Santacrucero, Fernández Solórzano & Matías Guillén, donde recientemente la han ascendido a la categoría de socia, cuya última apuesta es la defensa de casos internacionales. Lucía padece fibromialgia y trata de superar un divorcio tan reciente como sangrante. Una señora portuguesa, que vive en Güímar, Sara Marques Freire, contratará sus servicios para la dirección letrada de un juicio civil de Testamentaría a celebrar en Portugal. La escritora se detiene, ya en escenarios de ultramar, en describirnos a dos abogados portugueses, que representan dos estilos diferentes de ejercer la abogacía, probablemente algo añejos para los tiempos que vivimos.

 

Lo que sigue es una entrevista realizada a Pilar Torres y publicada en la revista Más Mujer Canarias, donde la autora habla, entre otras cosas, de su proceso creativo.

Pilar Torres

Pilar Torres

 

 

Me gustaría que me hicieras una pequeña biografía a modo de entradilla para presentarte ante el lector de Más Mujer y ante los lectores de tu libro.

 Pilar Torres (Tenerife, 1973) realizó estudios de Derecho en la Universidad de La Laguna y de Post grado en RRHH y Medios en la Universidad de Barcelona, especializándose en Comunicación Interna Empresarial. Inició su andadura profesional como abogada durante cuatro años, transcurridos los cuales ingresó en el mundo de la Banca. Actualmente trabaja en Caixabank.

Es una mujer vital, aventurera, deportista, amante de la naturaleza, la fotografía, la música, los libros y a la que le encanta disfrutar de la amistad frente a una buena taza de té. Vive en Santa Cruz de Tenerife con su hijo Ismael y La Quinta Bella Vista es su primera novela.

La Quinta Bella Vista es el título de esta, su primera novela. ¿Nos podría adelantar algo sobre su argumento?

Sí, claro. En la novela, Lucía es una abogada de prestigio que con cuarenta años está viviendo uno de los momentos más complejos de su vida: a su reciente separación se le une una enfermedad en sus piernas, que le provoca unas crisis cada vez más frecuentes.

Una tarde, entra en su despacho una misteriosa mujer portuguesa, llamada Sara, que no solo le dará el caso más complicado de su carrera profesional –defender la donación de una quinta situada en Portugal llamada Quinta Bella Vista– sino que también le propondrá un pacto: curar su enfermedad a cambio de su defensa letrada.

Un viaje por la Lisboa de los años setenta, la guerra colonial, las reuniones clandestinas de los capitanes del ejército portugués, el diario de un militar que se debatía entre la razón y el corazón, el amor imborrable que ha sobrevivido pese al paso del tiempo y una revolución incruenta que derrocó el régimen de Marcelo Caetano, son el trasfondo de mi libro, en el que los protagonistas comprenden que para dejar atrás un pasado que ya no les sirve y conseguir evolucionar hacia un modo de vida nuevo, deben llevar a cabo su propia revolución.

¿Y por qué Lisboa?¿Por qué esta revolución?

La idea de incorporar la historia de la Revolución de los Claveles como trasfondo histórico de la novela nace de un primer viaje que hice a Lisboa, en el que no solo me quedé enamorada de la ciudad, sino que en uno de esos paseos de última hora y curioseando en la FNAC, descubrí un libro con una portada que llamó poderosamente la atención. Se llamaba Desde el interior de la Revolución y fue escrito por Vasco Lourenço, uno de los capitanes que lideraron el movimiento revolucionario del 25 de Abril.  En él se relata cómo se gestó y organizó el levantamiento militar contra una de las últimas dictaduras europeas, que culminó con la bella postal de los claveles en la boca de los fusiles y la aurora de una democracia para nuestro país vecino, Portugal.

Pues bien, en aquel momento, mientras ojeaba el libro en la FNAC de Lisboa, visualicé perfectamente un escenario, unos personajes, una historia… fue un verdadero flechazo, casi una película que pasó ante mis ojos y que reconocí como mía; así que guiándome por esa intuición, compré este libro y otros más sobre el mismo tema, que vinieron conmigo a Tenerife junto con una caja de pasteles de Belén y unos discos de fados. Fue el comienzo de esta gran aventura.

Como ya hemos comentado, esta es su primera novela. ¿Qué espera de ella?

Espero que sea leída y disfrutada por muchas personas. Quiero que la gente la acabe con una sonrisa en la boca, que les dé pena que se haya terminado, que les resuene la voz de Sara, la portuguesa, durante días en la cabeza y que les impulse a hacer algo nuevo en sus vidas, como hizo Lucía, la otra protagonista femenina. Esta es una novela que debe empapar el corazón de entusiasmo y fuerza para afrontar retos y, por qué no, revoluciones.

Usted ha estudiado Derecho y desempeña un puesto de trabajo que nada tiene que ver con la literatura. Díganos, ¿cuándo llega la idea de escribir? ¿Es algo que tenía pendiente de mucho antes?

Escribo desde que soy niña. En mi vida siempre he necesitado escribir, de cualquier forma, en cualquier lugar, y tengo llenos los cajones de libretas, papeles, cartas que nunca mandé y diarios de todos los tamaños y colores.

Hoy en día, con el tiempo y la objetividad que te da la edad, sé que he necesitado hacerlo para dar voz, para componer una melodía organizada de lo que ocurría dentro de mí; pero aquello fue siempre algo muy mío, nunca me atreví a exponerme, a mostrarme ante otros.

En el año 2008, animada por una amiga, abrí un blog llamado Desahogocreativo y a través de este portal virtual y con un seudónimo, también abrí por primera vez mi mundo de letras y música interna al exterior. Para mi sorpresa, mis cuentos, mis batallas, mis personajes, mis poesías comenzaron a ganar muchos adeptos y algún que otro pequeño premio que me animó a hacer algo mayor.

En septiembre del año 2010, agotada por el crecimiento del blog y por la cantidad de horas y energía que tenía que emplear para mantenerlo vivo, decidí cerrarlo e invertir todo ese tiempo y esfuerzo en hacer algo mayor; comencé a montar la primera estructura de la novela.

Durante todo este proceso que ha durado casi cinco años, he tomado conciencia de que debía crear un espacio en mi vida para sacar mi creatividad, para hacer danzar mis musas, para convertir mis fantasías en realidad, y desde entonces viven y conviven en mí (no siempre con éxito), mis dos mundos: el que es mi medio de vida –mi trabajo– y el que realmente me da la vida, la literatura.

¿Cómo se definiría como escritora?

Para mí la escritura es un ritual, casi una meditación que comienza con una buena jarra de té negro y una vela a primera hora de la mañana y que me puede absorber durante todo el día, si lo tengo libre.

Cuando escribo no escatimo tiempo en buscar la sonoridad y exactitud de las palabras, trabajo con visualizaciones y muchas veces con música que inspira el texto. En mis descripciones, las atmósferas, los olores, los sonidos, los colores y los sentimientos internos de los personajes deben coincidir exactamente con lo que yo he visualizado previamente y, si no coincide, lo repito obsesivamente hasta que  lo que suena dentro de mí refleja exactamente con lo que he plasmado fuera.

Por esta razón, soy muy lenta escribiendo y nunca podría hacerlo en una cafetería o en una biblioteca, tengo que hacerlo en la más pura soledad y con el más absoluto silencio.

Una pregunta casi inevitable, ¿cuáles son sus referentes?

Referentes tengo muchos porque he sido siempre una gran lectora, pero en concreto para esta novela, me centré en el estudio de algunos escritores masculinos, sobre todo portugueses. La razón fue porque cuando empecé la segunda parte del libro tuve algunos problemas para interiorizar las voces masculinas; de repente, comenzaron a aparecer en mí dudas de lo más simples, pero que no tenía ni idea cómo resolver. Por ejemplo: ¿cómo vive el amor un hombre? ¿Cómo expresaría en una carta que está enamorado? ¿Cómo se comportaría mi personaje “militar” ante el amor de su vida? ¿Cómo se expresaban los hombres portugueses en los años 70?

Para ello comencé el estudio de voces como Fernando Pessoa, José Saramago, Lobo Antunes o el delicadísimo Vergílio Ferreira en sus Cartas a Sandra. También W. Somerset Maugham, Kafka con sus Cartas al padre o el propio Paul Auster con su Diario de invierno, me sirvieron de inspiración para la construcción de la personalidad y las descripciones de algunos lugares que se hicieron en la novela en boca de hombres. Fue un trabajo interesante y que me dio una nueva perspectiva del mundo masculino, sin duda.

Su novela tiene algo de histórica, ¿Le ha costado mucho documentarla y escribirla?

Para poder atreverte con una novela histórica tienes que hacer una importante labor de investigación: dominar los escenarios, los nombres de los personajes relevantes en la época, las fechas, la ubicación física y temporal de los hitos históricos, el atrezo e infinitos datos y detalles de los que finalmente solo utilizas un diez por ciento de lo que has recopilado. El resto tiene que estar en tu cabeza, como parte de la telaraña invisible en la que colocas a tus personajes.

En concreto para la documentación y ambientación de mi novela, utilicé los libros que traje de Lisboa (que traduje con mucha paciencia) y los extensos archivos históricos de la Asociación 25 de abril; también regresé en una segunda ocasión a Lisboa para visitar en persona una de las cárceles políticas de la PIDE,  de la que extraje nombres e historias de muchos portugueses arrestados y torturados en aquella época, y los principales escenarios físicos de la Revolución, incluido el antiguo cuartel de Trafaria ( en la costa de Caparica), centro neurálgico donde se gestó la documentación y transmisión de las propuestas revolucionarias.

Fue una labor ardua, pero finalmente muy gratificante.

¿Y publicarla? Sabemos que no es nada fácil en estos tiempos.

Desde mi experiencia en búsqueda de editoriales, he sacado la conclusión de que a las grandes editoriales de este país solo se puede entrar por dos puertas: la primera, a través de un premio (de los que personalmente tengo serias dudas sobre la objetividad y la igualdad de trato de todos los aspirantes) y la segunda, ser un personaje de relevancia pública o famoso.

Hoy en día las editoriales son empresas que están luchando por sobrevivir en un mundo en el que la piratería de los libros digitales arrasa el mercado cada vez más complejo del libro en papel. La labor del editor ya no es la de aquel busca–talentos o el descubridor de nuevas voces de entre las montañas de manuscritos que llegaban a diario a sus portales; la función es la de hacer sobrevivir su empresa y para ello debe invertir su dinero en un “valor seguro” que permita recuperar una inversión y obtener un beneficio.

Para los escritores noveles como yo, que no somos “valores seguros”, solo nos queda la suerte de un contacto, la búsqueda de un buen representante literario que sepa colarse en los despachos y vender tu producto, las pequeñas editoriales o la autoedición o coedición.

En mi caso, ha sido la Editorial Idea la que ha apostado por mi obra, después de tocar muchas puertas en editoriales tanto de Barcelona como de Madrid, en las que dejé manuscritos personalmente como la que deja un curriculum de actriz de pueblo en una gran productora de Hollywood.

¿Con qué se va a encontrar el lector cuando lea la novela? ¿Qué le diría para convencerle de que la compre?

La Quinta Bella Vista es una novela romántica con trasfondo histórico, pero que también tiene suspense, es un libro de viajes, de aprendizaje, de amor, de crecimiento personal. Creo que es un libro que lo tiene todo y que abarca voces y sentimientos tanto masculinos como femeninos. Su prosa es muy ágil, engancha desde el principio y que se adapta a todos los públicos. Es ideal para una buena y entretenida lectura de verano.

Háblenos un poco de los personajes, ¿hay alguno en el que se vea reflejada?

Evidentemente Lucía, la abogada, nace de mis experiencias profesionales y sentimentales, pero en ella también hay historias de muchas mujeres que conozco y que han vivido rupturas amorosas y no saben cómo afrontarlas. Ella es el principio de esta historia, pero a lo largo de las páginas del libro encontraremos muchos personajes antagónicos; cada uno con su conflicto, su discurso, su físico y personalidad. En este sentido, mi personaje favorito es Miguel, un hombre que creé con muchísima sensibilidad, con sus propios interrogantes ante la vida, sus heridas y cicatrices, y cuya revolución personal en la novela consiste en la difícil tarea de aprender a perdonar la traición de su propio padre.

Para finalizar, ¿tiene nuevos proyectos a la vista? ¿Tal vez una nueva novela?

Sí, dentro de mí ya se está cociendo algo, empiezo a oír las musas bailando, las notas sonando, las letras colocándose en la punta del lápiz empujándose para salir…

Portada del libro La Quinta Bella Vista

La Quinta Bella Vista

 

Relojes tiempo elecciones gobierno en funciones

Dijimos ayer…

El tórrido agosto vivido en la capital del Reino puede que haya vuelto más mustias las flores de la bella rosaleda del Parque del Retiro, además de nuestras esperanzas. A unos cientos de metros del señorial enclave madrileño, los padres de la patria exceptuaron lo que siempre fue periodo inhábil, pero la excepción vino a confirmar a lo que lleva camino de ser regla: no hubo mayoría ni a la primera, ni a la segunda y el señor Rajoy, como en marzo el señor Sánchez, volvió a casa sin la confianza investida del Congreso.

 

La consecuencia es que España sigue con un Gobierno en funciones que, si no lo remedia antes un improbable acuerdo de sus señorías con más ‘siés’ que ‘noes’, podría mantenerse en la provisionalidad cuando menos hasta bien entrado el próximo enero. En el colmo de la guasa, unos y otros sí han convenido la oportunidad de cambiar la Ley de Régimen Electoral General (LOREG) para evitar el bochorno de que el tercer llamamiento a urnas en un año se produjera ¡el 25 de diciembre!

 

Parece que esa será la única reforma legislativa que alumbrarán las Cortes de la XII legislatura desde la aprobación de la Constitución de 1978. Sabido es que un Ministerio en funciones no posee capacidad de traer proyectos a la carrera de San Jerónimo y, también, que la iniciativa de la que sí disponen los grupos de la Cámara Baja podría ser retardada por el Partido Popular con la mayoría absoluta de la que dispone en el Senado… justo hasta que una nueva cita electoral nos lleve a la casilla de salida, como en la escena inicial de Atrapado en el tiempo.

 

Este cuaderno de bitácora ha señalado en más de una ocasión los cambios que entendíamos como necesarios y más o menos urgentes en nuestro edificio legislativo. Por la mayoría de ellos seguimos esperando, mal que nos pese, a que los tiempos de las provisionalidades den paso a la esperada estabilidad de los días que permiten actuaciones en firme. Y otros decayeron por resoluciones del poder judicial que felizmente reforzaron la necesaria división de poderes.

 

No obstante, y a riesgo de sobrecargar de tareas al próximo Gobierno de plenas facultades, se nos ocurre apuntar a la modificación del artículo 99 de la CE y la precitada LOREG en orden a reducir al mínimo los plazos necesarios para la elección del presidente del Ejecutivo por el Congreso. Todo sea para evitarnos semanas estériles consumidas por cabildeos y teatrillos varios que conducen a nada, acaso a la indiferencia cada vez más generalizada de una ciudadanía que entiende la vida como un ejercicio de acciones más productivas que este 2016 de sus (nuestras) señorías.

Foto: Pixabay

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10 consejos para leer en vacaciones

10 consejos para leer en vacaciones

A las puertas de un nuevo agosto, ‘Sin la venia’ se toma el descanso propio del verano judicial con su habitual entrega de lecturas recomendadas para sobrellevar la canícula de una forma diferente a la mera ‘captación de experiencias’.

La relación, como siempre decimos, es heterodoxa y no tiene, ni lo pretende, un criterio sociológico común: hay, casi a partes iguales, ensayo y novela. De lo primero incursiones en asuntos de actualidad como la Guerra Civil o el Brexit. Y de lo segundo, un poco de todo: trasfondo jurídico, asesinatos, conflictos familiares o experiencias esotéricas, entre otras.

En cualquier caso, y es también advertencia repetida de esta bitácora, no son las tablas de la ley. Sólo esperamos que el decálogo les recompense con ese título ameno siempre buscado.

‘El libro de los Baltimore’ Una propuesta adictiva arranca nuestra lista. Quienes ya disfrutaron del talento de Joël Dicker con ‘Los últimos días de nuestros padres’ y, especialmente’, con ‘La verdad sobre el caso Harry Quebert’ tienen una tercera oportunidad con esta historia —en la que repite como protagonista Marcus Goldman— sobre una familia de clase media de la Coste Este estadounidense. (Alfaguara)

‘La mediadora’ Obra ganadora de la última convocatoria del Premio Abogados de Novela. Jesús Sánchez Adalid deja de lado la novela histórica y alumbra una trama en la que reflexiona sobre la obligada relación entre acuerdo y perdón en este retrato de un proceso de divorcio. (Martínez Roca)

‘Pompa y circunstancia’ Como si anticipara que lo británico iba a monopolizar más pronto que tarde el primer plano de la actualidad, Ignacio Peyró firmó hace dos años un mastodóntico pero ameno retrato —en clave de enciclopedia— sobre la sociedad y la historia de la cultura inglesa. Mil páginas imprescindibles para anglófilos declarados o lectores con la necesaria curiosidad. (Fórcola)

‘Sobre la belleza’ La británica Zadie Smith comenzó a asomarse al olimpo de los jóvenes autores consagrados con ‘Dientes blancos’, aunque fue con ‘Sobre la belleza’ cuando captó la atención definitiva de miles de lectores con una cáustica novela sobre la vida vacía de un cincuentón profesor universitario atado al elitista ambiente de Nueva Inglaterra. (Salamandra)

‘1936: los mitos de la Guerra Civil’ El octogésimo aniversario del golpe militar que acabó con la II Segunda República ha coincidido con la publicación de este ensayo del profesor Enrique Moradiellos en el que trata de actualizar, con honestidad probada, la mirada sobre nuestro conflicto fratricida alejándose de los estereotipos comunes de muchos de los historiadores que le precedieron. (Península)

‘Bajo la mano sangrienta’ Un futbolista estrella de un club inglés de la Premier League muere envenenado y unos días después, una bomba estalla en medio de un partido del mismo equipo. La última entrega de la escocesa Val McDermid, ya leyenda de la novela negra británica, confirma sus dotes para construir argumentos tan verosímiles como intrigantes. (RBA)

‘La guerra no tiene rostro de mujer’ El último Premio Nobel de Literatura fue a manos de la periodista, escritora y ensayista bielorrusa rusa Svetlana Aleksievich. El libro recoge el testimonio —lejos de la mera experiencia militar y sí en clave intimista— de cientos de mujeres que vivieron la II Segunda Guerra Mundial en el frente de combate. (Debate)

‘Los poderosos lo quieren todo’ Cambio de registro para José María Guelbenzu, el veterano creador de la jueza Mariana de Marco (siete novelas exitosas le preceden), que ahora se adentra en las disparatadas peripecias de un asesor fiscal. “Se lee sin parar y deja un gusto ácido y tierno”, ha dicho de ella Eduardo Mendoza. Como para hacerle caso y no despreciarla. (Siruela)

‘Tantos tontos tópicos’ Pasa por ser uno de los pensadores más agudos del panorama español y a fe que lo consigue. Acostumbrado a remar contra corriente tras sufrir los ‘años de plomo’ en el País Vasco, Aurelio Arteta polemiza en este ameno ensayo —al que siguió una segunda entrega, ‘Si todos lo dicen…’, por si se quedan con más ganas— sobre los lugares comunes de las ideas en los que muchos se resguardan para sentirse cómodos. (Ariel)

‘Una vacante imprevista’ Puede que de la creadora de la saga de Harry Potter no esperásemos nunca que fuera capaz de alumbrar historias distintas a las de Hogarth. Pero J.K. Rowling lo hace, y correctamente, en este retrato de intrigas, miserias personales y pasiones no correspondidas a partir del repentino fallecimiento del concejal de un pequeño pueblo de la Inglaterra profunda. (Salamandra)

 

¡Feliz verano y feliz lectura! Volvemos en septiembre.

 

Foto: Pixabay

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Justicia Penal Internacional

La Justicia Penal Internacional, más necesaria que nunca

Que el siglo XX fue escenario de grandes tragedias humanas, conflictos armados interestatales y de liberación nacional y de emergencias humanitarias es algo de lo que no nos cabe duda si echamos la vista atrás. Estos acontecimientos originaron la toma de conciencia por parte de la comunidad internacional de la necesidad de crear un marco jurídico apropiado para la garantía y el respeto de los derechos fundamentales del hombre, especialmente en lo referido a la paz y la preservación de la humanidad.

La Justicia Penal Internacional, cuyo día conmemoramos cada 17 de julio, es el vehículo para realizar la condición de existencia humana y la coexistencia pacífica en la comunidad internacional (con mayor o menor fortuna, a la vista de los acontecimientos recientes), conforme al paradigma humanitario. Es, en otras palabras, el camino para una justicia que opere, más que como implacable perseguidora de delitos cometidos, como un instrumento efectivo de paz, seguridad, libertad y bien común.

El Estatuto de Roma y la Corte Penal Internacional (CPI) constituyen uno de los logros más notables de la diplomacia multilateral, y también lo es su contribución a los esfuerzos para que los responsables de crímenes de lesa humanidad, genocidio y crímenes de guerra rindan cuentas ante la Justicia. Aunque el Estatuto de Roma entró en vigor hace poco más de una década, la Corte ya es un tribunal permanente de justicia penal internacional en pleno funcionamiento que emitió en 2012 su primer fallo en el caso Lubanga, una sentencia que constituye una clara contribución al derecho internacional humanitario, en particular en materia de reclutamiento de niños.

Un sistema internacional de justicia penal que complemente y refuerce los sistemas de justicia nacionales resulta fundamental para que las víctimas puedan obtener justicia y reparación y para reconstruir las naciones devastadas por la guerra y apoyar la reconciliación tras los conflictos. Un día de conmemoración como este ha de servir, entre otras cosas, para recordar a quienes reclaman justicia frente a delitos atroces y para homenajear a las personas que trabajan con dedicación y valentía en este campo, recordando las palabras de la Declaración de Kampala que resaltan «la noble misión y la función de la Corte Penal Internacional en un sistema multilateral que tiene como objetivo poner fin a la impunidad, establecer el imperio de la ley, cultivar y fomentar el respeto de los derechos humanos y lograr una paz duradera, de conformidad con el derecho internacional y los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas«.

 

Foto: Corte Penal Internacional

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Justicia Gratuita

Justicia gratuita, justicia maltratada

La Constitución Española, en su artículo 119, reconoce a los ciudadanos sin recursos el acceso a la asistencia jurídica gratuita como medio para lograr el derecho a una tutela judicial efectiva e igualitaria. Este servicio lo prestan en la actualidad unos 43.800 letrados con sus 83 colegios de abogados respectivos (unos 800 colegiados del ICATF están adscritos al Turno).

Pero la asistencia gratuita a presuntos delincuentes viene de muy antiguo: existe constancia de que en 1578 ya había juristas que defendían a los más desfavorecidos de la sociedad y el hecho de que no se cobrara nada por ello – pues hasta hace no mucho la adscripción al turno era obligatoria y no remunerada – nunca fue un impedimento: los abogados trabajaban con la misma dedicación y la misma ilusión que ahora, en unos tiempos en los que, a decir verdad, las cosas tampoco han cambiado tanto, pues un abogado de oficio recibe una media de 220 euros por proceso, habitualmente seis meses después de haber finalizado su labor.

En este país, tan dado a los tópicos y a los refranes, los hay particularmente crueles – además de falsos (habrá que reconocer de una vez que la “sabiduría popular” es un tópico más) -, como uno antiguo y casi olvidado que reza: «abogado de pobres, poco interés se toma«. En España tenemos un magnífico sistema de asistencia jurídica gratuita que cada año proporciona acceso a la justicia a cientos de miles de ciudadanos gracias al esfuerzo y la dedicación de abogados libres e independientes de primera calidad.

Pero lamentablemente, el Turno de Oficio sólo es noticia en los medios por el incumplimiento sistemático a cargo de las administraciones públicas de sus obligaciones de pago a los profesionales y al Colegio que organiza el servicio, o por las cada vez más numerosas quejas de unos abogados objetivamente maltratados que anteponen su vocación y su función social a sus intereses económicos. Y, quién sabe, tal vez sea este el problema: las administraciones públicas saben que el servicio se va a mantener porque los abogados, cobren o no, van a seguir atendiendo a los defendidos, y porque el Colegio de Abogados correspondiente podrá presionar, pero no dejará de hacer designaciones de abogados de oficio mientras haya un ciudadano privado de libertad que lo requiera. En estos meses en los que tanto hemos oído hablar de líneas rojas, aquí está la nuestra: el derecho a la tutela judicial efectiva de la ciudadanía, algo a lo que ni los abogados ni los Colegios Profesionales vamos a renunciar. Y las Administraciones públicas lo saben.

Hoy 12 de julio celebramos el Día de la Justicia Gratuita y el Turno de Oficio y es importante recordar, en este punto, que la abogacía no puede ni debe estar sola en su lucha. Debemos sacar el turno a la calle y hacer partícipe a la sociedad de cuál es nuestra labor y cuáles nuestras demandas. Defender entre todos el actual modelo de asistencia jurídica gratuita con los Colegio de Abogados garantizando la libertad e independencia de los abogados que la propia institución designa, frente a cualquier intento de privatización o funcionarización del servicio, incluso si de ese modo las administraciones lograsen un ahorro marginal que en modo alguno podría compensar la pérdida de la libertad e independencia de unos abogados que tienen regularmente que enfrentarse a la misma administración que asume el coste del servicio.

En definitiva, despertar la conciencia social sobre lo esencial que resulta un servicio público sometido sistemáticamente a un desprecio, unas dilaciones en los pagos, una incertidumbre y unas faltas de consideración que, gota a gota – como la tortura china – comprometen el derecho a la tutela judicial efectiva de los más necesitados.

 

Foto: ONCE

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Cupones y abogados

Abogados y cupones

El libreto de la zarzuela de Tomás Bretón ‘La verbena de la Paloma’, estrenada en el lejano febrero de 1894, dejó para el catálogo de refranes del castellano aquel dicho: “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”. La frase que el libretista Ricardo de la Vega puso en boca del personaje de Don Sebastián ha superado con éxito el siglo de vida y llegada a su tercera centuria es posible oírla aún como expresión – entre irónica y sarcástica – de la velocidad con la que se mueven el conocimiento científico y la tecnología.

Hoy en día no deja de llamar la atención a los que estudiaron con el ‘plan antiguo’ o la EGB cómo el progreso material y la investigación han aumentado la esperanza de vida o cambiado la vida cotidiana, especialmente a partir de la extensión de Internet y el uso generalizado de ordenadores y teléfonos móviles, estos últimos cada vez menos teléfonos y más computadoras. Cualquier de ellos podría afirmar, sin temor equivocación, lo que mismo que Don Sebastián: “Hoy las ciencias…”.

Entre los hábitos que han mutado, y mucho, están también los de compra: de la venta al hipermercado, de la mercería a cualquier franquicia o del comercio del barrio al centro comercial del extrarradio… antes comprábamos todo por cercanía y ahora hemos hecho del centro comercial una referencia obligada. Y antes comprábamos ‘cara a cara’, luego pudimos hacerlo también por teléfono… y ahora casi podemos adquirir lo que sea a través de Internet.

Incluso, quién lo diría, podemos contratar los servicios de un abogado mediante un cupón de descuento que se ofrece en alguna de las páginas web que han popularizado este género de venta promocional. El cupón – que en sí mismo no es una herramienta perversa – implica un sensible descuento respecto del precio de venta habitual del bien o servicio ofertado y lleva aparejada la obligación de tasar expresamente qué está incluido en el precio. Y ésta, cuando hablamos de un servicio personalísimo como el de un letrado, no parece la mejor forma de casar las expectativas del cliente con el coste sobrevenido de cualquier gestión imprevista – o del alargamiento de las calculadas a priori – de su representante legal.

El coste de reputación y las implicaciones deontológicas merecerían, por lo demás, una reflexión añadida. Por más que la nuestra sea una profesión no ligada, ‘strictu sensu’, a honorarios mínimos, cabría recordar la necesaria sujeción a una cierta imagen en la que el intercambio de asesoramiento legal por cupones a precio fijo no muestra al abogado en el mejor de los espejos. So pena de que algunos árboles no nos permitan ver el conjunto del bosque.

 

Foto: 123rf

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Transparencia y oportunidades de trabajo

Transparencia y oportunidades de trabajo

La crisis que nunca parece darse por cerrada ha puesto patas arriba la consideración de nuestra sociedad sobre la clase política: sus usos y costumbres, el mérito para el acceso a un cargo público o el ‘levantamiento del velo’ sobre haciendas y patrimonios son conceptos sometidos a revisión, en paralelo al crecimiento del descontento por los efectos de una depresión económica tan larga como indeseable.

Puede que el conocimiento de las cuentas y bienes de los diputados, senadores, concejales y, en general, cualquier cargo de representación de los tres poderes haya sido uno de los asuntos más recurrentes dentro del proceso de cuestionamiento de cómo se regulaba la función pública respecto de quienes tienen encomendada su gestión política. Y así, la transparencia – genéricamente considerada en el marco de la necesaria capacidad de acceso a la información manejada por las administraciones – ha pasado de demanda más o menos generalizada a requisito de acceso universalmente considerado en cualquier estado que se precie respetuoso con los derechos y libertades ciudadanas.

El primer Gobierno de Mariano Rajoy, ahora en funciones, promovió para su aprobación en Cortes la Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno. Tenía, y tiene, por objeto “ampliar y reforzar la transparencia de la actividad pública, regular y garantizar el derecho de acceso a la información relativa a aquella actividad y establecer las obligaciones de buen gobierno que deben cumplir los responsables públicos”, según indica el Portal de Transparencia tutelado por el Ejecutivo.

La ley y su desarrollo, tan preceptivos como loables, han supuesto un paso delante de relieve en un país secularmente obsesionado – más allá de la ya manida curiosidad por el sueldo de un concejal o los haberes de un diputado – en ocultar o poner trabas peregrinas para dar a conocer al común lo que cualquier lógica obligaría a hacer accesible… siempre que al otro lado del mostrador no tropezáramos con ‘guardianes’ empeñados en convertir este o aquel dato en un arcano.

Porque una cosa es predicar y otra dar trigo cuando empezamos a conocer casos en los que la administración obstaculiza el conocimiento de la información demandada por el ciudadano con argumentos que causan sonrojo, como la inexistencia de contabilidad analítica en una corporación de la dimensión de Radio Televisión Española, ‘apoyada’, en un colmo difícil de entender, por una sentencia del Juzgado Central de lo contencioso-administrativo. Cuesta admitir que en materia de transparencia se abrieran al abogado tamañas oportunidades de trabajo.

Es sólo una muestra de cómo las bondades de una ley pueden tropezar con la voluntad del poder de turno para orillarla. Peor aún es la socorrida – y cada vez más habitual – maniobra negando el correo electrónico como vía de identificación de la persona que demanda datos públicos, tan correcta en su consideración como perversa en su aplicación estricta frente a quienes carecen de un DNI electrónico o certificado telemático que acredite su personalidad. Convendría a los ‘puristas’ de nuevo cuño – y al legislador tomar nota – seguir la práctica del Consejo General del Poder Judicial que entiende que el acceso a la información pública es “un derecho fundamental de carácter universal, en cuya garantía priman las obligaciones de transparencia de los poderes públicos frente a cualquier requisito impuesto al ciudadano que solicita el acceso”.

 

Foto: Pixabay

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